Este es un nuevo libro en el que Honshin, monja Zen por voluntad propia, comparte
su experiencia del Camino como mi asistente.
Es casi un diario de nuestra convivencia y mutuo aprendizaje que cada lector
habrá de convertir en útil siempre que esté interesado en esta Práctica Budista
exenta de magias y supersticiones. Ambos tratamos de “hacer lo que hay que
hacer” sin calcular los resultados aunque pocas veces lo consigamos. Como un
rayo, nos pasa por la mente pensante el deseo de conexión y ayuda, el sentimiento
de compasión por los que sufren sin comprender aún el sentido del Sufrimiento
que según sabemos y comprobamos en nosotros mismos está causado por el Ego
inmaduro, tópico, aprendido y condicionado, aleccionado en el lógico aprendizaje
social.
Ciertamente otras veces, se nos ocurre un “total para qué ayudar” que no sabemos
responder quizás porque no tenga respuesta alguna ( ya le ocurrió a Dogen).
En otras ocasiones aparece un “que cada palo aguante su vela” y hasta “eso
es problema del Cosmos y no nuestro”. Todo vale y nada vale al mismo tiempo, “en
cien años todos calvos”...
El caso es que Honshin pone abiertamente de manifiesto la humanidad de su
intento, su lucha, su búsqueda y también sus mecanismos de resistencia, su
personaje, sus hallazgos y deslumbramientos, las contradicciones observables
a sus ojos como enmascaramientos del Ego propio a la vez que del ajeno, a la
vez fogonazos de Lucidez y comprensión que se alternan con obscuridades y confusiones
en el proceso de transformación, reprogramación, peregrinación, en resumen,
desde el Egocentrismo al Cosmocentrismo. Es preciso aprenderlo y mantenerlo.
Desde tener un lugar en la mente ocupado por su Ego, a percibir un lugar en
el Cosmos.
Esta lucha, lo vais a leer, es una rebeldía fundamental, un esfuerzo de reconocimiento
de su verdadero rostro:
Honrai-No-Menmoku. Es una metamorfosis que transcurre por otros caminos que
los convencionales desde donde se puede ver, tan saludable como temible, (
como echarse a dormir, cosa que hacemos todos los días perdiendo el control
de la mente que piensa). Un entrenamiento para descubrir en lugar de ocultarse
entre escombros o las distracciones de los maquillajes que, aumentando interminablemente
las anécdotas personales, afianzan el Egocentrismo con mayor sutileza ( y dependencia)
sobre todo cuando no se cuenta con una Sanga.
Desde antiguo, se dice: el maestro estudia al discípulo, el discípulo estudia
al Maestro, ambos se estudian mutuamente, ambos se olvidan mutuamente y cada
vez que se hacen uno (I shin den shin) son observados por los seres que les
rodean haciéndose uno con ellos, armonizando. Así, “cuando el Ego retrocede
y avanzan las diez mil cosas, hay Iluminación, Lucidez. Cuando avanza el Ego
y retroceden las diez mil cosas, hay engaño, falsedad”. Cuando hay falsedad
desaparece la armonía y Maestro y discípulo vuelven a hacerse dos y luego uno
de nuevo encontrando el centro o substituyéndole por falsos centros. Este intercambio, ósmosis
vital, simbiosis más allá del proyecto o previsión alguna es Katto: los ojos
abiertos y limpios, el equilibrio y el desequilibrio, la mente alerta con deseos
e ilusiones y sin ellos,... en tránsito continuo, en transformación e Impermanencia
con todas las cosas.
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